En algún momento de la vida, todos nos encontramos en una arboleda, justo en un punto donde desearíamos tomar decisiones importantes y trascendentales. Mientras esto sucede, nos sumergimos en la belleza del espacio y el orden, como si fueran majestuosos. Podríamos sentirnos eclipsados por sus propios misterios. Algo inmenso, nuevo y trivial podría causar incertidumbre en nuestro interior, pero a través de la luz que atraviesa e ilumina la naturaleza y los alrededores, daría un matiz diferente a nuestra realidad. Nuestra perspectiva cobraría sentido y claridad.

Así es el sendero de la noche, una obra contemplativa de una escena pacífica que, a través del silencio, nos habla y nos señala las direcciones que podemos tomar. Lo que transmite es vitalidad y serenidad, porque al momento de remontarnos, no provoca temor o miedo, sino tranquilidad y calma. Al mirar detenidamente, sabremos que este bosque es nuestro, y en él, nuestro corazón encontrará lo que busca.