TÉCNICA: Mixed media / Mixta
TAMAÑO: 100 x100 cm
AUTOR: Joann Cappon
 
In this ancestral scene, human figures rise as shadows, extending their arms toward the sky, as if dancing in a forgotten ritual. Their bodies, drawn with simplicity and mystery, seem to merge with the earth and the wind, while their gestures tell a deep story of communion and belonging to the natural world. This narrative not only celebrates the primitive but also reminds us of our essential connection to nature, a life in which the human and the animal were intertwined in the same tapestry.
Around them, animals move, black and stealthy, representing the wild that was once inseparable from the human. The birds, like witnesses suspended among the branches, observe from the heights the resistance and the eternal cycle of life. These details reveal that the balance between all forms of life is fragile, yet fundamental.
The gray, black, cream, and white tones of the work speak to us of the ephemeral and the sacred, of life and death in constant dance. Here, in this primitive universe, the story of a lost unity is woven, a natural cycle that reminds the observer of the delicate bond that once united us to the earth, the animals, and the very essence of existence.
 
En esta escena ancestral, las figuras humanas se alzan como sombras, extendiendo sus brazos hacia el cielo, como si danzaran en un ritual olvidado. Sus cuerpos, trazados con sencillez y misterio, parecen fundirse con la tierra y el viento, mientras sus gestos narran una historia profunda de comunión y pertenencia con el mundo natural. Esta narrativa no solo celebra lo primitivo, sino que recuerda nuestra conexión esencial con la naturaleza, una vida en la que lo humano y lo animal estaban entrelazados en un mismo tapiz. A su alrededor, los animales se mueven, negros y sigilosos, representando lo salvaje que alguna vez fue inseparable de lo humano. Los pájaros, como testigos suspendidos entre las ramas, observan desde las alturas la resistencia y el ciclo eterno de la vida. Estos detalles nos revelan que el equilibrio entre todas las formas de vida es frágil, pero fundamental. Los tonos grises, negros, cremas y blancos de la obra nos hablan de lo efímero y lo sagrado, de la vida y la muerte en constante danza. Aquí, en este universo primitivo, se teje la historia de una unidad perdida, un ciclo natural que recuerda al observador el delicado vínculo que alguna vez nos unió a la tierra, los animales y la esencia misma de la existencia.